Terapias contextuales
«Si hay algo que hace de la Psicología una disciplina apasionante es su capacidad de ir evolucionando al ritmo que lo hacemos los seres humanos. Las terapias contextuales son una de las últimas innovaciones en lo que se refiere al enfoque de la intervención psicoterapéutica. Indiscutiblemente, su aportación suma; vienen a complementar ciertas limitaciones a las que no daban una respuesta tan efectiva terapias anteriores. Un avance, un complemento asentado en sólidas bases científicas y en la demostración empírica de su validez, si observamos los resultados que obtienen nuestros pacientes.
Es imprescindible, por lo tanto, que formen parte de mi propuesta de asistencia psicológica. Además de su eficacia, me resulta especialmente atractiva una de sus características definitorias. Me refiero al protagonismo que, desde este enfoque, adquiere nuestra relación. Porque las terapias contextuales impulsan un vínculo intenso, emotivo y profundo entre los psicólogos y nuestros pacientes, más que ninguna otra técnica. Me permite relacionarme contigo con esa afectividad, implicación y compromiso por la que siempre he apostado. Nuestros encuentros… ¡Más sinceros, más íntimos y genuinos que nunca!
La conducta como eje de las terapias contextuales
En Psicología, como en la mayor parte de las ciencias, partimos de un concepto del conocimiento acumulativo. Por tanto, las terapias contextuales se incorporan como una perspectiva más de afrontar la atención psicológica, no vienen a desbancar ninguna otra visión. En todo caso, uno de sus objetivos es superar el dualismo entre mente y cuerpo, para poner un nuevo protagonista en la partida: el contexto.
La idea es sencilla: el problema no está en la persona, sino que la persona está en una situación problemática. En las terapias conductistas se trabaja con la «evitación», bajo el supuesto de que si eliminas la situación que te genera malestar, eliminas el problema. Con el contextualismo, lo que buscamos es atender a la vinculación que establece cada persona con sus «eventos privados» (pensamientos, sentimientos y actuaciones). Si eres capaz de construir un nuevo marco de relaciones entre esos eventos, tus actuaciones y tus valores, estás muy cerca de superar tu malestar.
Te propongo que empieces por diferenciar lo que sientes, tus recuerdos y emociones, de tus acciones. El esfuerzo no está en dejar de estar triste o hacer todo lo posible para ocultarlo. La tristeza es una emoción esencial, que responde a un momento de dolor por una pérdida u otra circunstancia; reprimirla suele acrecentar el sentimiento en lugar de aliviarte. Lo importante es que, incluso cuando estás triste, intentes seguir adelante; que no te paralice ni esta, ni ninguna otra emoción o pensamiento. Vamos a trabajar para conseguirlo, para que sientas lo que sientas, eso no te impida desarrollar tu proyecto vital, ¡crecer como persona hacia dónde quieras ir!
Aspirando a mejorar la calidad de vida
Con las terapias contextuales básicamente trato de proporcionarte herramientas que te permitan aceptar y superar, siempre desde una perspectiva positiva, tus circunstancias vitales. En ocasiones, esos problemas que te aquejan no tienen solución. Por eso te hablo de aceptación. No tiene sentido que te castigues emocionalmente ante una situación que no está en tus manos cambiar. Pero eso no implica que debas resignarte. Siempre puedes modificar la manera en que te afecta, construir avanzando desde ese punto de partida, aunque no sea el que tú hubieses deseado.
Porque lo que dejan claro las terapias contextuales es que tú eres el único con capacidad para plantearte unas metas vitales y, desde tu actuación responsable y consciente, superar los obstáculos del contexto en el que te desarrollas. Puede que explicado de esa forma te resulte más difícil comprender a qué me refiero. En las sesiones comprobarás que es mucho más sencillo, vamos a poner el énfasis en cómo funcionan las cosas, no en cómo son las cosas.
De esta forma, no se interviene para modificar tus pensamientos, lo que nos interesa es saber si ese planteamiento mental y emocional te está funcionando o no. En pocas palabras, las terapias contextuales son radicalmente prácticas. Actuamos sobre lo esencial, prescindiendo de todo lo superfluo, lo que complica entender qué estás sintiendo o pensando.
Las terapias contextuales, un espacio donde caben todos
La aparición de esta tercera ola de terapias, también denominadas Terapias de Tercera Generación, ha tenido un indiscutible impacto beneficioso en el conjunto de la atención psicológica. Por un lado los psicólogos en Mallorca, han demostrado su eficacia abordando algunos de los problemas más persistentes en nuestras consultas psicológicas. Hablamos de trastornos emocionales tan habituales como el estrés, la depresión, las adicciones y, por supuesto, la ansiedad en todas sus variantes.
Sin embargo, la llegada de las terapias contextuales me parece aún más determinante por lo que aporta para la atención de un sector de pacientes que no encontraban una verdadera salida en la medida de sus necesidades. Personas con cuadros más difusos, a la vez que profundos, que veían afectado de forma severa su bienestar emocional, sin encontrar respuestas realmente efectivas por parte de los psicoterapeutas.
Me refiero, sobre todo, a ti, que planeas desde hace años en una especie de vacío existencial confuso y que no acaba de encontrar encaje en ninguna definición de trastorno psicológico concreto. O a quienes encadenan recaídas y superaciones de su depresión de forma intermitente, pero agotadora, porque parece que no haya forma de salir de esa espiral. Incluso esas personas que llevan un estilo de vida que no tenía cabida en las terapias tradicionales, mientras siguen necesitando una orientación psicológica para mejorar su calidad de vida.
Este es vuestro momento y vuestro espacio. Porque las terapias contextuales abren un camino que te propongo iniciar juntos con toda la intensidad y esperanza puesta en el futuro. Con este enfoque puedes encontrar esas respuestas. Si hay una ocasión en la que se diluyen las fronteras entre lo «patológico y lo sano», para reivindicar el universo de lo polifacético, el valor de las gamas de tonalidades es desde esta perspectiva terapéutica. Contextualizar tus emociones, tus actos y tus pensamientos es una manera eficaz y flexible de abordar cambios y avances que te permitan sentirte más cómodo contigo mismo.
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Cuando hablamos de terapias contextuales (o de tercera generación) nos referimos a enfoques que no buscan “limpiar” la mente de pensamientos o emociones difíciles, sino cambiar la función que esos eventos internos tienen sobre lo que hacemos. Para lograrlo, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), centra su atención en la flexibilidad psicológica: la capacidad de hacer espacio para lo que sentimos y pensamos, reconectar con lo que nos importa y actuar en esa dirección, incluso cuando la ansiedad, el dolor o la tristeza siguen ahí (Hayes, Strosahl & Wilson, 2012).
En otras palabras: no se trata de convencer a la mente de nada, sino de relacionarnos de otra forma con ella, para recuperar libertad de elección.
La Terapia Cognitivo-Conductual clásica ha puesto históricamente el acento en modificar el contenido de los pensamientos (“cambiar lo que pienso para sentirme mejor”). En ACT, el foco está en cambiar la relación con los pensamientos, de modo que dejen de dirigir nuestra conducta. Las investigaciones más recientes confirman que cuando aumenta la flexibilidad psicológica, mejoran los síntomas, el funcionamiento y la calidad de vida. En otras palabras, la flexibilidad es hoy un mecanismo de cambio demostrado (Macri & Rogge, 2024; Rutschmann et al., 2024).
- DBT (Terapia Dialéctica Conductual): entrena regulación emocional, tolerancia al malestar y habilidades interpersonales. Sigue siendo el tratamiento de referencia en el Trastorno Límite de Personalidad (TLP), con una base empírica muy sólida (Rizvi, 2024).
- FAP (Psicoterapia Analítico-Funcional): trabaja los patrones interpersonales que se activan en vivo dentro de la relación terapéutica, utilizando el vínculo como contexto de cambio.
- Programas basados en mindfulness: entrenan una atención abierta al presente. En ACT, el mindfulness tiene una función muy concreta: estar donde necesito estar para sostener acciones valiosas, no como fin en sí mismo.
Donde ACT está especialmente bien posicionada
Dolor crónico
Un overview reciente (Martínez-Calderón et al., 2024) integró 9 revisiones y 84 metaanálisis y concluyó que ACT mejora el funcionamiento, la calidad de vida, la aceptación, el mindfulness y la flexibilidad psicológica, además de reducir depresión, ansiedad, catastrofismo e inflexibilidad. La guía NICE NG193 (NICE, 2021/2024) recomienda considerar ACT o TCC en el tratamiento del dolor crónico primario dentro de un enfoque no farmacológico y centrado en la persona. En la práctica: quizá no podamos apagar el dolor, pero sí podemos recuperar vida a pesar de él.
Insomnio
ACT también ha mostrado resultados muy prometedores en los problemas de insomnio. Un ensayo demostró que ACT para insomnio (ABC-I) fue no inferior a la CBT-I en severidad, calidad y eficiencia del sueño, con mejor adherencia en varios indicadores (Martin et al., 2023). En personas con dolor, ACT mantuvo la misma eficacia (Ravyts et al., 2023). En otras palabras: ACT ayuda a dormir sin entrar en guerra con la mente por la noche.
Ansiedad y depresión en adultos
Metaanálisis recientes confirman que ACT reduce significativamente ansiedad y depresión, y que el aumento en flexibilidad psicológica explica esa mejoría (Jiang et al., 2024; Macri & Rogge, 2024). Cuando se comparan resultados en funcionamiento y calidad de vida, ACT compite especialmente bien frente a TCC.
Ansiedad en población joven
Una red de metaanálisis (Li et al., 2025) sitúa a ACT como la intervención mejor posicionada para ansiedad en niños y adolescentes. En jóvenes de 15 a 25 años, un metaanálisis reciente muestra los efectos de ACT en psicopatología y flexibilidad (Keulen et al., 2025).
Condiciones médicas complejas (ELA/EMN)
El ensayo multicéntrico COMMEND (The Lancet, 2024) mostró que ACT combinada con cuidados habituales mejora significativamente la calidad de vida en enfermedad de la neurona motora (Gould et al., 2024). Protocolos breves (6–8 sesiones) han resultado eficaces y clínicamente relevantes.
Salud ocupacional y burnout
En profesionales sanitarios, ACT ha demostrado reducir distrés y burnout y mejorar flexibilidad psicológica (Zhang et al., 2024). En contextos de alta exigencia, la combinación de valores y acción cobra especial sentido.
TOC
Un ensayo reciente (Nielsen et al., 2025) comparó ACT grupal con CBT/ERP y encontró no inferioridad en síntomas (Y-BOCS) y calidad de vida a 6 y 12 meses. Lo que se interpreta como que ACT puede ser una alternativa viable, y además un buen puente para aumentar la disposición a la exposición.
- Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): las guías VA/DoD (2023) siguen priorizando terapias trauma-focalizadas como EMDR. ACT puede preparar y acompañar ese trabajo: ayuda a reducir evitación, mejorar el sueño y aumentar disposición para abordar el trauma.
- Trastorno Límite de la Personalidad (TLP): la DBT continúa siendo la intervención de referencia en desregulación emocional y conducta suicida o autoagresiva. ACT puede complementar muy bien cuando los valores, la evitación o la acción están bloqueados (Rizvi, 2024).
La duración y el formato se ajustan siempre a tus objetivos, tu ritmo y tu contexto. La investigación nos orienta, pero no nos encadena.
Estos son algunos de los formatos de tratamiento más frecuentes:
- Formatos breves: 4–6 sesiones en problemas acotados.
- Formato estándar: entre 8 y 12 sesiones es lo habitual en ansiedad, depresión, dolor e insomnio (6–8 en insomnio; hasta 8 en ELA/EMN) (Martin et al., 2023; Gould et al., 2024).
- Formatos prolongados: más de 12 sesiones cuando hay comorbilidad con otros problemas o trauma (14 sesiones en el TOC grupal reciente) (Nielsen et al., 2025).
En la sesión, ajusto el foco a los procesos que la evidencia ha identificado como palancas de cambio:
- Exposición con aceptación: nos acercamos gradualmente a sensaciones, recuerdos o situaciones evitadas, con anclajes atencionales y foco externo. No se trata de “aguantar”, sino de hacerlo útil y seguro. Disminuir la evitación y aumentar la disposición se asocia a menos ansiedad y más funcionamiento (Ravyts et al., 2023; Macri & Rogge, 2024).
- Defusión cognitiva: aprender a observar los pensamientos como eventos, no como órdenes. Esto nos devuelve margen de elección (Macri & Rogge, 2024).
- Mindfulness funcional “a pie de calle”: prácticas muy breves (2–3 minutos), con ojos abiertos, aplicadas a tareas cotidianas (dormir, estudiar, conversar). No es misticismo: es higiene atencional (Jiang et al., 2024; Martínez-Calderón et al., 2024).
- Objetivos orientados a Valores: buscamos menos metas perfectas y más direcciones significativas (salud, vínculos, creatividad…), aterrizadas en micro-acciones semanales. La conducta valiosa predice mejor funcionamiento incluso con síntomas presentes (Macri & Rogge, 2024).
- Acción comprometida: pequeños pasos observables (responder un mensaje, caminar diez minutos, poner un límite).
- Autocuidado conductual: sueño posible, movimiento viable, alimentación que sume.
- Relaciones desde valores: pedir ayuda, reparar, establecer límites; cuando conviene, integrar habilidades de DBT.
Las metáforas y ejercicios (como “las hojas en el río”) son herramientas al servicio de la función clínica, no un checklist. Las tareas entre sesiones son micro-prácticas insertadas en la vida real. Si algo no encaja, lo rediseñamos juntas para que sea viable.
En casos con trauma, disociación o reactividad somática alta, dosifico las prácticas internas y priorizo anclajes exteroceptivos, ajustando la exposición paso a paso. La literatura reciente recuerda que pueden aparecer efectos adversos leves o transitorios en la práctica de meditación, por eso la dosificación y la personalización son esenciales (Kotherová et al., 2024).
ACT se integra bien con medicación y con otros enfoques. De hecho, muchos ensayos se han realizado añadiendo ACT a los cuidados habituales (que incluían fármacos), mejorando los resultados frente a tratamientos estándar (p. ej., estudio COMMEND en ELA/EMN) (Gould et al., 2024).
- En el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), ACT puede aumentar la disposición a la exposición de la TCC y ha mostrado eficacia comparable a CBT/ERP (Nielsen et al., 2025).
- En el Trastorno de Estrés Postraiumático (TEPT), ACT no sustituye la terapia trauma-focalizada, pero sí puede preparar el terreno y acompañar el proceso (VA/DoD, 2023).
- En Trastorno Límite de Personalidad (TLP), es mejor complementar con DBT y se recomienda ACT cuando es necesario trabajar valores o acción (Rizvi, 2024).
Para la Terapia de Aceptación y Compromiso no existen contraindicaciones “duras”, pero sí precauciones razonables: trauma agudo, disociación o psicosis activa requieren estabilizar antes de ampliar la exposición o la introspección (VA/DoD, 2023; Kotherová et al., 2024).