Terapia cognitivo conductual
La capacidad de pensar es una de las cualidades que nos caracterizan como seres humanos. Pensar nos hace libres, nos hace mejores, nos permite evolucionar. Claro que existe el peligro de que toda esa influencia que tiene el pensamiento en nuestra forma de percibir la realidad, y en nuestra manera de comportarnos, pueda trastocarse en negativo. Ahí es donde la intervención de los psicólogos es determinante para modificar cualquier desviación que esté ocasionándote un problema. Y es en estos supuestos donde la terapia cognitivo conductual se convierte en una herramienta más que valiosa para ayudarte.
La terapia cognitivo conductual es, por encima de otras cualidades, un método eminentemente práctico. Un tratamiento especialmente diseñado para la acción y, como consecuencia, con un indiscutible interés para cualquier terapeuta. Porque si hay algo que nos motiva es ayudarte a sentirte mejor cuanto antes y de forma contundente. Y es cierto que con esta técnica esos dos objetivos suelen estar garantizados. Básicamente, nos va a permitir identificar claramente tus patrones de pensamiento «erróneos» y, así, que puedas modificarlos. ¡Pensar en positivo, para actuar en positivo y sentirte bien contigo mismo!
Desde mi experiencia, uno de los atractivos más destacables de la terapia cognitivo conductual es cómo afecta a la autoestima de los pacientes. No puedo dejar de tener en cuenta esta cualidad, porque está intrínsecamente ligado con la filosofía sobre la que asiento mi forma de entender la atención psicológica. Quiero ayudarte a valorarte más y a quererte mejor. ¡Porque eres una persona única, interesante, con mucho que aportarnos a todos!
¿Por qué la terapia cognitivo conductual y no otra?
Mi propuesta terapéutica es integral. Entiendo que el centro de la asistencia psicológica debe ponerse en ti, en cada individuo con sus particularidades y circunstancias específicas. Este planteamiento tiene una consecuencia evidente, solo te propondré aquel tratamiento que se adecúe a tu singularidad. Sin apriorismos y sin sentirme condicionada por ningún posicionamiento científico previo. Dejando claro este punto de partida, no puedo evitar a la vez poner en valor aquellos enfoques que llevan décadas demostrando su eficacia en la superación de algunos de los trastornos psicólogos más frecuentes e inhabilitantes. Sin duda, en este sentido, hay que reivindicar el papel imprescindible que recae en la terapia cognitivo conductual.
Su gran ventaja es que se basa en una metodología muy bien definida con unas garantías de eficacia contrastadas, como ya he indicado antes. Lo primero, como siempre, será que mantengamos una primera conversación en la que puedas plantear, con toda tranquilidad y la máxima sinceridad, qué te ocurre. Así, gracias a esta entrevista, podremos ponerle nombre a tu problema. Y esa comunicación será el eje conductor de toda la terapia cognitivo conductual. Mucho diálogo con el que vamos a conseguir transformar esos pensamientos, emociones y conductas negativos encontrando alternativas que te hagan crecer y mejoren tu bienestar. ¡Siempre hay opciones, solo tienes que descubrirlas!
La terapia cognitivo conductual, una intervención con resultados casi inmediatos
No acostumbro a poner límites o programar con antelación cuál será la duración de ningún tratamiento. Prefiero que tengas toda la libertad para decidir hasta dónde quieres profundizar, incluso la frecuencia de nuestros encuentros. Porque ya sabes que no es necesario tener un problema para acudir a un psicólogo. De hecho, te animo a ver nuestra relación como un medio para impulsar tu crecimiento personal, no solo como una herramienta para superar un problema puntual.
Sin embargo, soy consciente de que la necesidad de sentir una mejoría rápida es una de las prioridades de quienes estáis atravesando un momento difícil. Por eso, la terapia cognitivo conductual es la mejor vía de tratamiento en numerosas ocasiones. Es una técnica que, precisamente porque está muy estructurada, permite que se obtenga una evolución muy contundente y rápida desde las primeras sesiones.
Otro de los grandes atractivos de la terapia cognitivo conductual es que aprendes tú mismo a manejar esas situaciones delicadas ya ante los primeros síntomas. De esta forma, no solo mejoras pronto, sino que puedes evitar llegar en el futuro a esos niveles de malestar. No quiere decir que la presencia de un terapeuta sea prescindible. Lo que ocurre es que conformamos un buen equipo, compenetrado y trabajando simultáneamente. Y eres tú quien sale beneficiado de esa labor conjunta y empática que te propongo.
Una respuesta eficiente para un amplio espectro de trastornos
En Medicina no existe un medicamento o tratamiento «mágico» que sirva para atender a todas las enfermedades. En Psicología sucede lo mismo. No existe una forma única de atender a todos los problemas de salud mental o las disfunciones emocionales. Es lógico, porque es un universo muy variado y extenso de patologías o trastornos. Y, además, cada uno de ellos, impacta de una manera diferente dependiendo del individuo que lo sufre. ¡Porque los psicoterapeutas trabajamos con personas, esa es la riqueza y la dificultad de nuestra tarea!
Pero hacer esta lógica constatación no implica, ni mucho menos, que disminuya ni un ápice la eficacia de los distintos tratamientos psicológicos que existen. Una vez más, insisto en que lo importante es utilizar cada herramienta para actuar en el ámbito para el que ha sido diseñada. Primero analizamos qué te pasa, después nos planteamos cómo intervenir para tener los mejores resultados. La terapia cognitivo conductual no es una excepción dentro de este planteamiento. Solo podremos descubrir todo lo que puede ayudarte, si la aplicamos cuando tiene sentido.
Afortunadamente, es una metodología que funciona frente a un grupo muy extenso de patologías. Para empezar, es el tratamiento de referencia en los dos grandes trastornos que los psicólogos diagnosticamos a diario: la ansiedad y la depresión. Y, cuando hablamos de ansiedad, nos referimos a todas sus variantes, incluyendo desde las fobias hasta los ataques de pánico, por citar algunos ejemplos. Además, esta terapia es muy recomendable para atender a personas con trastornos de la alimentación o del sueño, precisamente porque solemos obtener resultados de forma rápida, una cualidad que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso en muchos de estos pacientes.
Durante los últimos años, la evidencia ha seguido siendo muy clara:
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) continúa siendo una de las intervenciones más eficaces y mejor estudiadas dentro de la psicología clínica.
Ahora bien, su papel no es idéntico en todos los problemas; depende de la naturaleza del trastorno y de lo que la investigación muestra en la práctica real.
- Primera elección con mayor evidencia: TCC en ansiedad (TAG, pánico, social), TOC, insomnio y TEPT.
- Es eficaz para la Depresión: la TCC es un tratamiento de referencia en cuadros leves y moderados. Cuando la depresión es moderada o grave, a veces se combina con medicación.
Depresión psicótica: la TCC no ocupa el primer lugar, pero puede acompañar el proceso desde un enfoque basado en la psicoeducación y reforzar la intervención.
En los distintos trastornos de ansiedad, la TCC sigue siendo la terapia de referencia.
Los estudios más recientes confirman que sus resultados son clínicamente significativos y se mantienen en el tiempo.
En el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), la TCC ayuda a reducir la preocupación constante y enseña estrategias de regulación y afrontamiento que permanecen después del tratamiento.
Y en cuadros como el pánico o la ansiedad social, los modelos cognitivo-conductuales específicos —como el de Clark y Wells— siguen siendo el estándar por su capacidad para reducir la evitación.
Cuando la ansiedad es muy intensa, puede combinarse con medicación, pero el núcleo del cambio sigue estando en la parte psicológica: en cómo la persona aprende a relacionarse de otra forma con sus sensaciones, pensamientos y conductas.
En la depresión leve o moderada, la TCC se mantiene entre las terapias de primera elección.
Su efectividad es muy sólida y ayuda a romper el círculo de inactividad, desesperanza y pensamiento negativo.
En depresiones moderadas o graves, suele recomendarse combinarla con tratamiento farmacológico para potenciar la respuesta y prevenir recaídas.
Solo en los casos de depresión con síntomas psicóticos, la TCC pasa a un papel complementario, ya que la intervención principal en esos cuadros es médica.
En el trastorno obsesivo-compulsivo, la TCC —y especialmente la Exposición con Prevención de Respuesta (EPR)— continúa siendo el tratamiento más eficaz según todas las guías internacionales.
Su objetivo no es eliminar las obsesiones, sino enseñar a la persona a acercarse a lo que teme sin responder con rituales o evitaciones, hasta que la ansiedad pierde fuerza.
Los resultados son consistentes tanto en adultos como en adolescentes.
La TCC para el insomnio (TCC-I) es hoy el tratamiento de primera elección en el insomnio crónico.
No solo mejora la calidad y la cantidad de sueño, sino que también reduce el miedo a “no dormir” y previene recaídas.
A diferencia de los hipnóticos, sus efectos se mantienen en el tiempo y no generan dependencia.
En el trastorno de estrés postraumático (TEPT), las terapias cognitivo-conductuales centradas en el trauma —como la Exposición Prolongada (PE) o la Terapia de Procesamiento Cognitivo (CPT)— se mantienen como primeras opciones de tratamiento, junto con EMDR.
Estas intervenciones ayudan a procesar los recuerdos traumáticos de forma gradual y segura, devolviendo a la persona sensación de control y estabilidad.