¿Pensar nos agota? Para ser exactos, esa posible fatiga proviene de la sobrecarga mental, es decir, del exceso. Pero, es difícil no pasarnos de frenada con este estilo de vida tan acelerado y exigente. Te animo a poner en práctica estas recomendaciones, porque se puede aliviar esa presión.
¿Qué es la sobrecarga mental?
Imagino que, ante este tema de la fatiga mental, puedes preguntarte cómo se mide este exceso, dónde está esa línea roja que marca la diferencia entre tener una actividad mental razonable y pasarte.
El asunto no es sencillo. Sin duda, estimular y ejercitar el cerebro es más que aconsejable. Pensemos en la prevención de enfermedades cognitivas en los mayores o en el proceso de aprendizaje de los bebés. O, simplemente, sirve para agilizar y dominar actividades mentales tan importantes como la resolución de problemas y la toma de decisiones. También, mejoras en la memoria, por ejemplo.
Hasta aquí es similar a lo que decimos con el deporte ¡Quién va a discutir los beneficios de hacer ejercicio físico regularmente! Sin embargo, ¿qué le ocurre a tu cuerpo si lo machacas en el gimnasio todo el día? Y encima, haces todo tipo de actividades, sin un orden, sin seleccionar dependiendo de tus objetivos, Pues, claramente, te agotas, puedes lesionarte y no alcanzas esas metas que te habías propuesto.
De la misma forma, cuando hablamos de sobrecarga mental, debemos pensar no solo en cantidad, sino en calidad. Son esos momentos en los que nos perdemos encadenando pensamientos “improductivos”, esos que no nos conducen a nada. Un esfuerzo que genera más frustración y acaba agotándote.
Los pensamientos negativos
Insisto, el agotamiento mental es el resultado de una combinación de persistencia en cierto tipo de pensamientos que, en numerosas ocasiones son inútiles, no te sirve de nada tenerlos constantemente presentes.
Vamos a detenernos un instante en esos pensamientos negativos que suelen inducir a sufrir una carga mental excesiva. Seguro que te ayuda a identificarlos cuando aparecen.
Sentimientos de lástima hacia ti, con una actitud de victimismo
Son esas situaciones en las que piensas que te has equivocado, pero echas balones fuera, la culpa no es tuya. Persistir en esta perspectiva, pese a lo que parezca, solo hace que pierdas autoestima.
Ejemplos: “Me persigue la mala suerte”, “no tenía otra opción”, “me vi arrastrado a hacerlo”, “no sé qué ha pasado, justo ha salido todo al revés de cómo lo planee”.
Pensar en condicional
Se dan cuando no has tomado una decisión en su momento y, en lugar de pasar página, sigues dándole vueltas al tema y pensando en lo que pudiste hacer. Una insistencia sin sentido, que no conduce a nada y te genera agotamiento mental.
Ejemplos: Son pensamientos fáciles de identificar porque sueles usar el tiempo condicional para expresarlos. “Si me hubiesen avisado, habría podido reaccionar” o “quizá tendría que haberte preguntado”.
Sobrecarga mental por exceso de crítica
Tener capacidad de analizar nuestros comportamientos con cierto enfoque objetivo es positivo. Permite entender las causas de algunos errores o vacíos, de forma que aprendas y evoluciones mejorando en futuras situaciones. Sin embargo, juzgar y mucho más, condenar actitudes o comportamientos sin más, nunca es positivo, aumenta el sentimiento de impotencia y eso nunca es bueno para la autoestima.
Ejemplos: “Eres demasiado torpe para asumir esa responsabilidad”, “estaba claro que no daría la talla, no tengo capacidad de tomar decisiones”.
Las suposiciones
Este tipo de pensamientos son unos de los que más carga mental nos producen. Similares a los condicionales antes analizados, pero con un punto más de vacuidad, de sin sentido. Aquí, ni siquiera analizamos un hecho que se ha producido. Suponer es dedicarse a hacer conjeturas sin base alguna, muchas veces, basadas en malinterpretaciones.
Ejemplos: “Imagino que está mintiendo, no tiene valor para afrontar sus actos”, “no necesito probarlo para saber que no me va a gustar”.
Consejos para aliviar el agotamiento mental
Es evidente que una mente agotada pierde capacidad de reacción. Eres más lento en la toma de decisiones, te cuesta concentrarte y mantener la atención. Al final, tienes más posibilidades de equivocarte, de frustrarte y volverte más apático. O atajas a tiempo esta sobrecarga mental o la dificultad solo puede ir en aumento.
¿Puedes hacer algo efectivo? Claro, como siempre, se trata de un proceso de aprendizaje, de reeducar tu mente para que no se atasque y deje que los pensamientos fluyan como deberían. Te dejo algunas pautas para que las pongas en práctica:
Racionalizar tu agenda
Estaría bien que hicieses una lista de todas las tareas que has abarcado durante el día. ¡Ojo!, no de las previsiones, sino de lo que has hecho.
- Felicítate por todo lo que has conseguido
- Diferencia las acciones imprescindibles.
- Analiza el resto aplicando un criterio temporal. Es decir, qué importancia tendrá esa actuación dentro de un año (¿pasaba algo si hoy no decidías dónde ir de vacaciones?). Este criterio te servirá para bajar el ritmo y establecer una jerarquía en tus preocupaciones.
Libérate del yugo de la opinión ajena
Sé que no es fácil independizar tus acciones del famoso “qué dirán”. Está claro que todos vivimos en sociedad y nos afecta la opinión que los demás tienen de nosotros. Sin embargo, nos agotamos pensando cuál será esa reacción externa, cuando es algo fuera de tu control.
Practica la desconexión
Me estoy refiriendo a algo más que ese apagón de móvil, redes e internet. Por supuesto, ese primer paso es imprescindible, fijar un tiempo en tu jornada alejado de cualquier dispositivo. Pero, además, debería dedicar ese momento para “parar de pensar”.
Las fórmulas para conseguirlo, son las que ya te he citado en otras ocasiones. En general, todo lo que tiene que ver con actividades que te divierten y te evaden. Por supuesto, las técnicas de relajación o meditación también funcionan.
La sobrecarga mental es un problema bastante extendido, que se intensifica con nuestro actual estilo de vida. Si tomas medidas a tiempo, reduces las posibilidades de que te acabe afectando. Te he dejado algunas claves, en las que siempre se podría profundizar más si crees que lo necesitas. No dudes en compartir conmigo tus dudas o inquietudes.
Psicóloga colegiada B-01444. Especialista en Terapias de Tercera Generación. Terapia de Aceptación y Compromiso. Terapia Cognitivo Conductual y Neurociencias. Acreditada como Hipnoterapeuta clínico Experto en Psicosomática.
